Las cuatro estaciones

La naturaleza es una misteriosa melodía. El vaivén de las olas del mar. El fluir del respirar de las especies. El alba y el ocaso. La luz y las tinieblas. El frío y el calor. El ciclo del agua. El ciclo del viento. La lluvia y la sequía. En fin…

Todo transcurre en perfecta sincronía y con afinado equilibrio. Existe un inexorable intercambio de energías que mantiene en funcionamiento a los sistemas del universo.

Colocando el foco a nuestro medio planetario, cada ciclo natural avanza desde un nivel mínimo, alcanza su máxima fuerza y luego se desvanece de manera progresiva hasta conectarse con la siguiente fase. Con la aurora se inaugura el día y el Sol realiza un recorrido que lo lleva al pico de máximo esplendor; desde allí continua su ruta perdiendo altura hasta que ocurre el crepúsculo. Entonces, comienza la noche la cual consigue su mayor fuerza con el conticinio (que es la hora más silente y oscura) y desde allí sigue la ruta hasta el amanecer. Cada fin de ciclo se conecta con el siguiente.

Con equivalente concordia transcurren: el ciclo del agua, el del viento, el vaivén de las olas del mar y otros tantos fenómenos menos comprendidos de nuestro hábitat.

Las cuatro estaciones del año marcan los ritmos de los acontecimientos atmosféricos. Esas variaciones influyen en los comportamientos de los seres vivos. En el caso de los humanos el impacto es más complejo que el observado en otras especies. Eso ocurre porque tenemos consciencia; procesamos percepciones de nuestro cuerpo, mente y espíritu. Nuestro ser se impacta con los patrones del medio ambiente.

La primavera

Es la etapa del despertar de la naturaleza, del deshielo, del fin de la hibernación, en el cual brota el colorido y el aroma de las flores. Las temperaturas se tornan agradables, el Sol brilla con sublime esplendor y todo el ambiente invita a ponerse en movimiento. Esta época se puede asociar con la niñez; son los tiempos de renacimiento, de los primeros pasos y favorables para avivar las ilusiones. Luego del letargo de meses con cielos grises y largas noches se animan las plantas y los animales, se asoma la luz del Sol y la brisa susurra incitando a los sueños.

El verano

Es el tiempo de los días largos y de las noches cortas, cuando el Sol brilla con prodigiosa fuerza. El ambiente estimula a la agitación, a pasear por las playas y a celebrar fiestas. Reina la sensación de: libertad, disfrute y relajación. Tanta energía puede resultar abrumadora y en ocasiones hasta devastadora. Se puede asociar con la adolescencia, la aceleración de las hormonas y la avasallante inspiración. Es la época más esperada del año. Hablar de verano es hablar de vacaciones.

El otoño

Durante este periodo, la brisa ruge, los árboles se desnudan, los suelos se cubren de montones de hojas de colores ocres. Es el tiempo del desprendimiento. De repente, se ha ido el Sol y la lluvia incesante golpea las ventanas, las calles se vacían y los pocos transeúntes parecen autómatas que se protegen con paraguas del inclemente clima. Esta fase, se puede asociar con la edad de la madurez, de la reflexión y la sensatez. Los tonos pálidos y el predominio del gris pueden ocasionar tristeza o nostalgia en algunas personas. 

El invierno

Prevalece el blanco y los intensos fríos, Algunos animales se entregan al sueño prolongado de la hibernación. El entorno invita al descanso, al ahorro de energías y al recogimiento. Es el tiempo de consumir los inventarios de las cosechas. Es un periodo duro por la acumulación del hielo en puertas, ventanas y por la dificultad para trasladarse. Es necesario palear la nieve para evitar que se endurezca y cause estragos. Esta etapa, se puede asociar con la vejez. Algunos se animan haciendo planes con el próximo reinicio del ciclo, pues se avecina la primavera.

En el trópico

En esta franja terrestre, el asunto es diferente, al no estar regido por las cuatro estaciones. Mientras los países alejados de la línea ecuatorial siguen unos ciclos bien marcados, en el trópico el comportamiento climático es más estable.

Es difícil saber si estas diferencias resultan para bien o para mal. Lo más conveniente es pensar que tiene sus ventajas y desventajas. En la zona tropical no existen las estaciones, no hay animales hibernando, ni bosques con árboles desnudos, ni nevadas y en cualquier época pueden verse florear las plantas. La gente, no debe ahorrar insumos, ni programar el uso de sus vestimentas. No hay cambios bruscos de temperatura, lo que si hay es temporadas con predominio a ser cálidas lluviosas y otras frías secas. Así que, las emociones de la muchedumbre no están sometidas por los cambios climáticos, en la misma medida que en los países alejados de la franja de “el ecuador”.

La cultura tropical es regida por un reloj distinto, menos severo, sin periodos definidos y con leves oscilaciones del clima. En consecuencia, las emociones tampoco varían de manera brusca, siguen en sintonía con el comportamiento del entorno. El oriundo del trópico al visitar tierras diferentes a las suyas, se sentirá más cercano a su hábitat si lo hace en primavera o en verano. Puede que soporte del invierno o del otoño, pero será por mera curiosidad y por poco tiempo, pues sus emociones y actitudes serán más vulnerables que las de un nativo.

Cosme G. Rojas Díaz

21 de febrero de 2023

@cosmerojas3

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