Un equipo es más que un grupo de personas reunidas para un fin. Se requiere que quienes lo integran compartan una visión, misión y valores básicos. Además, los integrantes se deben mover por convicción y entusiasmo; de lo cual se deriva el compromiso genuino. Quien está dónde no quiere estar termina estorbando.
Un conjunto de personas reunidas no necesariamente se convierte en un equipo, aunque sus integrantes tengan las más calificadas competencias. Abundan los casos en los cuales actores con bajas expectativas resultan vencedores ante gigantes; la clásica historia de David y Goliat. La eficiencia de un sistema no sólo depende de la calidad de sus partes, sino también de cómo estas se engranan para dar fluidez al ejercicio. El rendimiento óptimo en las organizaciones suele generar resultados sorprendentes. Los pronósticos se superan cuando las genialidades aprovechan las imperceptibles oportunidades.
La pregunta que todas las organizaciones se hacen es: ¿Cómo lograr equipos eficientes? La respuesta se compone de la calidad de los integrantes de la empresa y de la sinergia que estos alcancen en su desempeño. Esto se logra con liderazgo, discernimiento y con visión de alto impacto. La función primordial de un líder ha de ser la de construir equipos. Toda unidad ganadora se caracteriza porque sus actores se desempeñan con energía, determinación y actúan en sincronización. Un error común es la ocurrencia de rivalidades a lo interno, con los aliados y peor aún con el cliente. Esas desviaciones hacen derrochar las emociones en asuntos sin transcendencia. Al ocurrir estos casos las probabilidades de fracaso y frustración se incrementan.
Hay victorias indeseables las cuales se dan bajo circunstancias hostiles. Esto ocurre cuando se alcanzan triunfos con el sacrificio de inmensos costos materiales y humanos. En la historia se conoce como victorias pírricas, a las obtenidas con más daño del vencedor que del vencido. Sentenció el rey Pirro (318-272 A.C.) «Con otra victoria como esta estoy perdido», lo dijo luego de “ganar” una batalla a los romanos y quedar con un ejército devastado.
Los individuos logran sus metas basados en sus competencias, en el orden y en su estructura psicológica. Aunque todos los seres humanos hemos nacidos para triunfar, no todos adoptamos esa actitud y por eso existe la psicología del triunfador. Eso es lo que define al agradecido, valiente, confiable y resiliente.
Las competencias se deben cultivar centradas en las habilidades y se deben desarrollar las destrezas con el esfuerzo para mejorar el desempeño. Todos disponemos de determinadas aptitudes innatas. La tarea de la realización personal comienza por descubrir los talentos, aceptarlos y tomar la decisión para desarrollarlos.
El orden les da sentido, estructura y orientación a los propósitos; así se construyen los planes. Cada meta relevante comienza por un sueño, y la buena noticia es que si se puede imaginar se puede hacer. Muchas fantasías se quedan en el tintero, porque claudicamos con facilidad ante las dificultades. Vencer la inercia requiere arrojo. En la psicología del triunfador prevalece la visualización y la determinación por alcanzar la meta; en otras palabras, en presagiar los beneficios y la recompensa por el logro. En hacer lo que no se ha hecho.
“Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino” Gabriela Mistral.
Al paso del sueño a la acción, le antecede la planificación. Aunque no existe el plan perfecto no se puede llegar a ninguna parte sin trazar una ruta.
Sí tenemos el conocimiento se podría tener la tentación de creer que estamos listos para comernos el mundo. Sí sabemos que algo está bien lo lógico es hacerlo y si está mal desecharlo. Sin embargo, nos somos tan sencillos. El alcohólico sabe que la bebida le hace daño y sigue bebiendo. Aún, sí él establece un plan con una metodología científica para dejar de beber, no tiene garantía de éxito. ¿Qué podría salir mal? Como se ha dicho muchas veces el papel lo aguanta todo, sea un programa impecable o uno desastroso. Un plan sin acción es letra muerta.
Hasta aquí parece que sólo falta emprender la acción, para llegar al destino. ¿Pero, qué nos mueve a la faena? La respuesta se encuentra en el factor psicológico; ese es el elemento de mayor peso. Si no se tiene la determinación de hacer algo de nada sirven las habilidades, destrezas, ni la buena planificación. El ánimo es el combustible para activar y mantener la operación hasta que sea necesaria. Resulta más fácil alcanzar las metas desde la autenticidad y el carácter que desde las habilidades. El compromiso y la diligencia tienen raíces en lo interno del ser. Las buenas intenciones no resultan sólidas si se asumen para complacer a un factor ajeno.
Entonces ¿Qué es el factor psicológico? Y ¿Por qué es tan importante en el desempeño individual y en el de los equipos?
El factor psicológico de cada persona lo definen atributos como: la autoestima, la resiliencia, la autoconfianza, la autoexaminación, la empatía, la integridad emocional y un afinado sentido del humor.
Los retos personales se alcanzan si se es diligente y se está enfocado en la disciplina, la constancia y en la determinación.
En la psicología del equipo debe prevalecer el fin colectivo sobre el personal. Es decir, los miembros deben entender que es más importante ser útil que ser importantes. A los atributos individuales se deben agregar: la asertividad, la sociabilidad, la capacidad de persuasión y las habilidades comunicacionales. En los equipos se requiere de liderazgo que promuevan y organicen las acciones. En toda organización, es fundamental la tolerancia y el respecto a la regla de oro: “tratar a los demás como se quiere ser tratado” Lucas 6:31, porque esa es la llave que abre los puentes de la convivencia.
Los equipos son capaces de generar soluciones mágicas si cuentan con los individuos correctos, con la claridad colectiva del que hacer y si están alineados con los objetivos compartidos. ¿Por qué hablar de magia? Porque un equipo que actúa en sinergia puede alcanzar lo imposible. Esto no es retórico, es realidad y la historia lo demuestra con eventos insólitos. Cito un ejemplo extraordinario, de reciente data, ocurrido en el terremoto de Turquía y Siria. Una niña recién nacida fue encontrada viva entre los escombros. Al momento de su rescate, aún estaba atada al cordón umbilical con su fallecida madre. Imágenes dramáticas mostraron a un hombre cargando a la bebé, a la que llamaron Aya (milagro en árabe). Este fue un hecho increíble el cual ocurrió en circunstancias catastróficas. Varios días transcurrieron mientras la frágil vida, de la neonato, se mantuvo a la espera de que un equipo de elevada destreza la descubriera; a esos profesionales les denominan “Los Topos”. El rescate fue una tarea compleja y de elevado riesgo. Se trataba de mover las piezas con extremo cuidado para no causar daño a la pequeña. Toda una operación quirúrgica. Mientras hay vida hay posibilidades y esperanzas. La victoria suele requerir administrar las capacidades, el compromiso, el juicio y el carácter.
Las derrotas ocurren y la victoria nunca está garantizada. En ocasiones se pierde a pesar de los inmensos esfuerzos y de agotar todas las posibilidades, pero la actitud del combatiente es batallar hasta el último aliento, mantener la esperanza y la visión enfocadas en la cima.
Cosme G. Rojas Díaz
@cosmerojas3
12 de febrero de 2023
Glosario:
Competencias Las competencias son aquellas habilidades, capacidades y conocimientos que una persona tiene para cumplir eficientemente determinada tarea.
Habilidad Aptitud innata o talento del individuo.
Destreza Capacidad para desarrollar una tarea de manera satisfactoria. La destreza se desarrolla con la experiencia y se potencia en la habilidad.
Diferencias y relación La habilidad es la predisposición que una persona posee naturalmente para algo, mientras la destreza se adquiere por medio de la experiencia. Tanto la destreza como la habilidad distinguen y caracterizan al ejecutor de una determinada disciplina.
Créditos: Escrito inspirado en una entrevista de radio realizada por Román Lozinski al Dr. Renny Yagosesky.
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