La alegría de viajar

Lo natural es el movimiento. Viajar es vibrar y vibrar es vivir. Recorrer es poner la mente y el espíritu en funcionamiento. Viajar es más que desplazarse de un lugar a otro, es contemplar el entorno desde las profundidades del ser. Hay diversas maneras de viajar y es que el camino de lo rutinario está lleno de oportunidades. Lo maravilloso nos rodea y está al alcance de nuestros sentidos. Perdemos oportunidades por considerarlas cotidianas.

Desde niño suelo imaginar los lugares desconocidos y conjeturo con sitios mágicos. En ocasiones me decepciono al contrastar que mis idilios difieren de la realidad. Sin embargo, en otros momentos la experiencia es sorprendente y supera mi creatividad.

Siempre recordaré la primera vez que visité el mar. En ese entonces, era un chiquillo. La noche anterior no pude dormir por la emoción de lo que me esperaba. Soñé con los ojos abiertos.

Al encontrarme con la inmensidad de aquel azulado espectáculo me llené de un gozo inexplicable. Descubrirme frente al océano me agitó como nunca. Mis sentidos se activaron para capturar todo cuanto tenía por delante. Mis ojos brillaban, mis oídos danzaban al ritmo de las olas, mi olfato se deleitaba con los nuevos aromas, mi piel se erizaba con el soplar del viento, mientras sentía la arena que se posaba sobre mi cuerpo. Distinguía el paso de la sal desde mis labios hasta el paladar. El sol calentaba la arena y quemaba las plantas de mis pies. Las fuertes marejadas zarandeaban mi cuerpo sin contemplación. No quería que ese día terminara.

Desde el romanticismo de mi adolescencia aprecié las noches marinas y asimilé las diferencias en las sensaciones. Si es una noche de luna llena, estelas luminosas bailan al son del viento sobre las inquietas aguas. Si es una noche oscura, el susurro de la brisa marina revela que el ritmo invisible está presente y nos invita a posar la mirada sobre las estrellas.

Viajar nos saca de la zona de confort. Nada que valga la pena está exento de sobresaltos, de intensidad y de incertidumbre. Así es la aventura; así es la vida.

Es conveniente acompañarse del equipaje adecuado para cada travesía, este ha de ser ligero y configurado con buen gusto. Lleve consigo los valores esenciales y despréndase de las cargas pesadas, para moverse con agilidad y poder alcanzar las metas. La valija de la vida tiene poco espacio, por eso es necesario decidir como equiparla. Podemos abarrotarla con insumos pesados como son los: dolores, resentimientos, culpa y miedo; o llenarla con ropajes livianos como son el: agradecimiento, coraje, honestidad, entusiasmo y resiliencia. Usted decide cuales les pueden ser útiles y convenientes.

Viaje de múltiples formas y hágalo con frenesí, dedicación y aprovechando cada detalle. La vida es corta y el trayecto está lleno de sorpresas y acertijos. Lea su entorno, sueñe, muévase y descubra lo imperceptible.

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Cosme G. Rojas Díaz

10 de abril de 2023

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