Recuerdo un día muy especial en mi escuela.
La maestra me llamó desde su tribuna.
Me sentó en su regazo y tomó un libro gordo de su escritorio.
No era el clásico “Mi mamá me mima y yo mimo a mi mamá”.
Me asusté al ver que abría un colosal ejemplar.
Colocó su dedo sobre un párrafo y me ordenó: lee.
Comencé la tarea, me emocioné y recorrí varias páginas.
Ella me observaba en silencio.
Y luego me dijo estás listo: “sabes leer”.
Me invadió la alegría.
Cuando me bajó de sus piernas, me sentía diferente.
Miré alrededor y desafié a la cartelera del salón.
Ya no me intimidaban sus jeroglíficos.
Desde ese día, mis ojos brillan al ver un libro.
¡Qué maravilloso, es poder leer!
Cosme Rojas
@cosmerojas3
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