
Cada fin de ciclo al ser humano lo invaden sentimientos por lo vivido, por los logros y por los fracasos. No resulta muy difícil imaginar a donde se quiere ir, lo complejo es convertir esos sueños en metas alcanzadas.
En asuntos de promesas abundan las declaraciones retoricas y los aburridos clichés. La frustración es consecuencia de no ocuparnos por hacer que las cosas sucedan. Si de verdad se quiere avanzar hace falta más que emotivas manifestaciones. Los planes exitosos se fundamentan en experiencias bien dimensionadas y en la firme determinación por cumplirlos. De nada sirve desear un feliz año cargado de las mejores intenciones, si estas no van acompañadas de las adecuadas actitudes, compromisos, virtudes y acciones.
En Venezuela animar con buenos deseos resulta inconveniente, porque la gran mayoría de sus ciudadanos están en condiciones precarias. Este fue un país de abundancia y de alegría, el régimen actual lo llevó a la desolación y al profundo dolor. Acabaron con todo: con la Petrolera Nacional, con las empresas básicas de Guayana, con las empresas de servicio (electricidad, telecomunicaciones, agua). Expropiaron al aparato productivo y lo arruinaron. Cumplieron con su malévolo propósito; el cual era adueñarse de la nación y de sus instituciones, para destruir las estructuras y crear una nueva esclavitud a la cual llaman pueblo. Un pueblo que reciba las dadivas sobrantes de estos nuevos “amos del valle”. El daño ocasionado a la ciudadanía ha sido monstruoso, han perseguido, torturado, asesinado y forzado a personas a huir despavoridas de su territorio, dejando a familias destrozadas por tanta crueldad.
En esta sufrida tierra, nos ha tocado dos décadas de acelerado retroceso, hemos sido víctimas de mediocres facinerosos y de pescadores de río revuelto. En estos lares nacieron, hace doscientos años, fulgurantes ideales de libertad los cuales se esparcieron y dieron sus frutos en las gestas de emancipadoras de sur américa. Después de la independencia, el sueño de Bolívar de la Gran Colombia no se logró consolidar y se impuso la separación de las actuales naciones. En el caso de Venezuela no se estableció la paz y el progreso imaginados en esos tiempos de ruptura con el imperio español. Se sucedieron largas y penosas luchas intestinas por el control del incipiente estado, hasta la llegada del que se consideró por largo tiempo como el último caudillo del país (Juan Vicente Gómez).
El 31 de julio del año de 1914 comenzó la operación del primero pozo petrolero del país: el Zumaque I. Este evento marcó un hito histórico: con este acontecimiento nacía una nueva era. Esta tierra pasó de ser una nación rural para convertirse en un prometedor estado, con rumbo al desarrollo y al buen vivir. Ese tesoro bituminoso y las inmensas riquezas naturales de nuestra geografía nos transformaron para bien y para mal. Poderosos consorcios internacionales se establecieron en los campos del nuevo oro: el oro negro. La economía y en consecuencia las estructurales sociales tuvieron una nueva ruta; perdieron valor la agricultura y la ganadería y ganaron importancia los modernos métodos de producción. Las urbes crecieron de manera salvaje. Los menguados ingresos de las exportaciones tradicionales de café, tabaco, arroz, cacao y ganados fueron desplazados por las crecientes ganancias de la explotación petrolera. En el mundo estallaba la Gran Guerra; renombrada luego como la Primera Guerra Mundial.
En diciembre de 1935 ocurre la muerte de Gómez; para esos tiempos la península Ibérica confrontaba un período de dolor bajo el dominio de las figuras de Francisco Franco en España y de Antonio de Oliveira Salazar, en Portugal. En Venezuela se abrían nuevos horizontes, Eleazar López Contreras, el hombre de la calma y la cordura, y su sucesor Isaías Medina Angarita dieron importantes pasos hacia un avanzado civismo.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial esta tierra de gracia se convirtió en una alternativa para quienes huían de los horrores vividos en el viejo continente. Entre 1945 y 1950 ocurrieron importantes tropiezos políticos. Estos se iniciaron con la repentina locura de Diógenes Escalante, quien era el candidato de consenso y virtual sucesor de Medina Angarita, el golpe de estado de 1945 a Medina Angarita al no lograrse un nuevo acuerdo entre los actores dominantes de la política, el golpe a Rómulo Gallegos en 1948 quien solo estuvo ocho meses de gobierno y el magnicidio de Carlos Delgado Chalbaud. Luego vino la era de Marcos Pérez Jimenez, quien se consolidó como dictador hasta su derrocamiento el 23 de enero de 1958, a partir de ese año el país encontró su rumbo democrático plasmado de aciertos, errores y el posterior deterioro de los valores fundamentales. Rómulo Betancourt se convirtió en el líder de esa era, el reconocido escritor Francisco Herrera Luque lo señaló como el cuarto rey de las barajas en una de sus relevantes obras.
Hubo alternancia en el ejercicio del poder entre los principales partidos de la época, Acción Democrática y COPEI. La nación vivió cuarenta años de tranquilidad, libertad y progreso. Venezuela fue referencia política, por excepción, en una sur américa cundida de tiranías. No obstante la riqueza fácil engendró corrupción, pésimas gestiones, desidia y la inevitable decadencia. Las clases políticas y la sociedad se habían acostumbrado a las mieles del confort. El derroche y la opulencia se habían convertido en vicios nacionales; y símbolos de lo que alguna vez se conoció como la Venezuela Saudita. Había abundancia y frenesí para el despilfarro, en todos los estratos sociales. Del otrora país rural no quedaban ni los recuerdos. Como las fortunas son efímeras, sino se renuevan, el país se sumergió en una espiral de insatisfacción y de frustración.
Desde los inicios de la era petrolera dos grandes pensadores venezolanos habían advertido de lo fugaz y dañino de las fortunas sobrevenidas. Arturo Uslar Pietri escribió un artículo titulado “Sembrar el Petróleo”, el martes 14 de julio de 1936 en el diario “Ahora”. Comenzó aquella referente comunicación con la siguiente sentencia -“Paradójicamente, el mayor problema de Venezuela es la riqueza”-… Mientras Juan Pablo Perez Alfonzo, conocido popularmente como el padre de la OPEP, se refería al petróleo como “el excremento del diablo”. Un fenómeno conocido como «la maldición de los recursos naturales», nos acechaba. Ambos personajes tenían la clara visión de que los peculios imprevistos, sino eran gestionados con racionalidad, se convertirían en una contrariedad a largo plazo. Los recursos son limitados, pero la inteligencia, la imaginación y la tenacidad no lo son.
Los profetas del desastre tenían la razón, la democracia perdió sustento y devino el caos. Las crisis paren sus líderes, mientras en los tiempos de lujo estos escasean. A finales de la década de los noventa, resonaban las voces de irresponsables actores de diversos sectores, los cuales se quejaban de los males pero sin proponer planes de como enmendar la situación. Claro, cualquier propuesta sensata implicaba costos y sacrificios. Algunos sí supieron leer los acontecimientos, pero sus oportunas advertencias fueron calladas por la furia de las muchedumbres. Pocos están dispuestos a aceptar el decir anglosajón de “no pain no gain”; o a comprender la famosa promesa de Winston Churchill a los ingleses en el marco de la Segunda Guerra Mundial, cuando les dijo les ofrezco “Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.
En la cima de la crisis, las mayorías estaban esperanzadas que con Carlos Andrés Pérez la abundancia regresaría el país. Se poseía de referencia la opulencia de su primer gobierno y con este aval resultó reelecto en 1988; pero esta vez él tenía un duro plan de austeridad y sensatez para recuperar el crecimiento.
Con la rebelión del Caracazo de 1989 renació el espejismo de que sólo un salvador ungido sería capaz de repartir justicia. Algunos recordaban a Pérez Jimenez y anhelaban una “Bota Militar” que aplastara al corrupto y recuperara el poder adquisitivo. En los cuarenta años de la democracia se pregonó, hasta el cansancio, que nuestras instituciones eran fuertes, maduras y estaban blindadas; pero en el silencio de los cuarteles se fraguaban otros destinos. Se conspiraba con paciencia y empeño, esperando el momento oportuno para dar el zarpazo.
La mesa estaba servida y apareció en escena el personaje añorado por los amantes de las soluciones mágicas. Ocurrió el fatídico y fracasado golpe del 4 de febrero de 1992. El justiciero del “por ahora”, el que vendría a “freír las cabezas de los corruptos”, encontró quien lo vistiera, lo maquillara y lo mostrara en vivo y en directo en TV para que comenzara el espectáculo de la destrucción y el reino de la mediocridad. Sólo la inadvertida muerte logró quitarle el micrófono a ese empedernido, avieso y engreído charlatán.
Este año 2020 marca una ruptura inesperada para el mundo. Un ajuste del timón en el rumbo en la historia. La pandemia del covid-19, ha traído calamidad y muerte. Las circunstancias han golpeado con extrema furia los esquemas sociales y económicos del mundo globalizado. Algunos se aferran a la idea de que cerraremos el ciclo, pasaremos la página y el fatídico 2020 será recordado como una pesadilla. Sin embargo la racionalidad y los hechos presagian un futuro diferente. Aunque hay avances y planes para salir de la crisis, aún persiste la incertidumbre. El reto del 2021 será vencer a la pandemia. Las manecillas del reloj se están moviendo a mayor velocidad y se han alterado las prioridades. Las tecnologías de telecomunicaciones requeridas están disponibles para apoyar los profundos cambios; de hecho, en los meses recientes, ya se están usando de manera masiva. A principios del año 2020 pocos sabían lo que era el trabajo remoto, únicamente una pequeña elite empleaba herramientas de comunicación y colaboración en línea. Pasaremos por modelos híbridos, como en toda transición, y tomará pocos años hasta que se impongan los nuevos paradigmas. El covid-19 dejará su legado.
En Venezuela la pandemia es una calamidad más del montón. El deterioro nos ha castigado con acelerada fuerza y nos ha impuesto crueles restricciones y castigos. El cataclismo de aquel país rico; de gente amable, generosa, jocosa y abierta; sigue su caída ante la indolencia del mundo. La nación que fue refugio para quienes huían de las barbaries del viejo continente y de las feroces dictaduras de los territorios vecinos; ahora no es correspondido con el debido agradecimiento. Nos toca a todos los venezolanos; a los de nacimiento y a los de corazón, a los que aún estamos dentro, como a los millones de inmigrantes esparcidos por el globo; seguir resilientes y nunca claudicar.
Algunos, desde sus cómodos asientos en la gradas, opinan que esta situación la debemos resolver los venezolanos; la verdad es que solo no podemos y lo hemos intentado de muchas formas. Este asunto de Venezuela, desde hace mucho tiempo dejó de ser una cuestión doméstica. Aquí se han establecido poderosos factores exógenos; saqueando nuestras riquezas y devastando la naturaleza y al planeta. Desde acá hemos hecho y seguimos haciendo cuanto es posible, hemos pagado altos costos y estos son hartos conocidos, (véase el informe de la más reciente Misión de la ONU). Desde el año 2000 en este territorio se han dado grandes manifestaciones de resistencia a la dictadura y aún se sigue en pie de lucha; basta con ver la última Consulta Popular del 12 de diciembre, la cual contra todo pronóstico alcanzó una clara y elevada manifestación de repudio al régimen.
El Socialismo del Siglo XXI es la más letal plaga que nos ha tocado vivir, ella trajo odio, destrucción, dolor y muerte. Esta revolución aniquiló al que llegó a ser el país más rico y próspero de Latinoamérica. En la actualidad está convertido en ruinas y con cerca de seis millones de inmigrantes repartidos por el mundo. No la tenemos fácil hay algunos que se han rendido y otros han caído en las garras del escepticismo y la desesperanza. A estos últimos les invoco este pensamiento:
“El mundo está tan lleno de opiniones como lo está de personas. Y usted sabe qué es una opinión. Uno dice esto, y algún otro dice aquello. Cada cual tiene una opinión, pero la opinión no es la verdad; por lo tanto, no escuche una mera opinión, no importa de quién sea, sino descubra por sí mismo qué es lo verdadero. La opinión puede cambiar de la noche a la mañana, pero no podemos cambiar la verdad.” ― Jiddu Krishnamurti
De manera que nuestra alternativa es pensar con fluidez y rigurosidad; opinar si es necesario y hacerlo con sensatez y proceder con determinación.
Cuidemos la actitud y las ganas para empujar una nueva era en Venezuela; una donde podamos analizar nuestra trayectoria, reconocer nuestros errores y carencias, donde afiancemos nuestras fortalezas y bondades. Ese es el espíritu con el cual debemos emprender este nuevo año 2021.
Cosme Rojas
25 de diciembre de 2020
@cosmerojas3
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