La novela ¿realidad o fantasía?

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Una pregunta común que se le hace a cada escritor, es acerca de veracidad de lo relatado.

La RAE define a la realidad cómo: “Existencia real y efectiva de algo”. La realidad, en todas las épocas ha sido desfigurada, bien sea por manipulación o por la simple mezcla con datos imprecisos.

En cuanto a la fantasía la RAE la define cómo: “La facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes las cosas pasadas o lejanas, de representar las ideales en forma sensible o de idealizar las reales. De manera que, la fantasía al partir de experiencias reales no puede ser completamente genuina.

He aquí un tema muy interesante tanto para el novelista, como para el lector ávido de viajar a través de las aventuras de un relato. Tanto para un escritor, como para sus persuadidos lectores la realidad y la fantasía se funden de manera mágica. Las grandes obras de Julio Verne son extraordinarias creaciones de ciencia y ficción; en ellas es inútil e innecesario cuestionar los elaborados descubrimientos. Cuando era niño todo cuanto leía me era absolutamente real y cierto, no tenía prejuicios de ninguna índole. Ahora de adulto soy crítico y no sé si hasta donde eso me resulta beneficioso, o cuanto me priva de nutritivas experiencias.

Intento conservar la mente abierta y me pregunto frecuentemente. ¿Cómo separar lo real de lo fantástico? Y esto me genera una más interesante nueva interrogante. ¿Conviene hacerlo? Si precisamente, ese ejercicio de clasificación, puede resultar en un acto de castración o deformación de la creatividad.

Con base a lo antes mencionado, me formulo la  duda de otra manera: ¿es la novela fruto de la imaginación o de recuerdos aderezados? Se me ocurre que la verdad es rica y compleja. Resultaría falso pensar que los relatos son productos absolutos de la memoria, pues esta no es de fiar. Tampoco se puede creer que son generados por puro ingenio.

En el proceso de registrar los eventos, la memoria rellena los datos que faltan con suposiciones, los cuales se mezclan y se almacenan, en la mente como hechos reales. Es decir en toda creación la realidad se funde con la imaginación. Hasta los testigos, con la mejor intención, suelen distorsionar o ajustar la realidad de acuerdo a sus percepciones, creencias y circunstancias.

Lo interesante es que precisamente este dilema, entre lo real y lo ficticio, se constituye en un recurso para el escritor. La novela “es el bistec de la literatura”; así  lo comentó el novel poeta chileno Pablo Neruda en una entrevista que le hizo Gabriel García Márquez (este último aún no había ganado el novel de literatura). Este comentario lo argumentaba con la habilidad requerida para emprender un relato de manera envolvente. No obstante García Márquez señalaba la tentación del novelista de separarse de la crónica de lo real.

La novela es el relato de una realidad fantaseada con los recursos del escritor. ¿Qué tanto de realidad y cuánto de fantasía? es la eterna y nunca bien respondida pregunta, que se le hace a cada autor. Escribir relatos es soñar despierto, con los sentidos entonados. De alguna manera el escritor aprovecha hasta sus sueños reales, su mente viaja desde la realidad hacia las profundidades de ese confuso mundo, en el cual se manifiestan de forma compleja los anhelos, los miedos y las grandes motivaciones. De manera que la inspiración, es importante sin embargo lo más significativo es el hábito. La línea que separa la fantasía de la realidad es por definición subjetiva. De una entrevista a Julio Cortázar, extraje la siguiente idea:

De alguna manera el cuento a desarrollar ya está creado, antes de comenzar, lo que falta es simplemente convertirlo en idioma.

La escritura resulta ser una danza sigilosa, en la mente del autor, donde las ideas y las palabras se desvanecen como si huyeran para no ser atrapadas.  En ocasiones las palabras no son las apropiadas, para expresar con fuerza,  sencillez y claridad las ideas y las sensaciones que conmueven al acosado escritor. Se repiten con extenuante frecuencia los momentos de romper papeles y desechar frases, mientras el cuentista busca la fluidez que le libere de las inquietudes de su alma. El escritor sabe que una vez soltado lo escrito ya no le pertenece; y es que en cada lector ocurre una nueva historia. Escribir es el ejercicio de llevar al lenguaje lo que en la mente y el espíritu del autor ya ha tomado cuerpo.

Cosme G Rojas D.

20 de mayo de 2017

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