¿Cuarta, Quinta, o una sola República?

¿Por donde comenzar a en rumbar el país?

El foco para construir un mejor país, pasa por reconocer los obstáculos o elementos in habilitadores, que no nos dejan progresar.

Nos hemos distraído y desgastados con discusiones intrascendentes. Estamos atrapados en concepciones inútiles que nada aportan a la vida republicana. El abuso del lenguaje ha creado el caos en el cual vivimos, se ha impuesto la desesperanza. Se ha sembrado mucho odio y hoy cosechamos estas tempestades y ruinas. Nos han manipulado para llevarnos a pelear entre familiares, amigos y con otras naciones, por temas insustanciales. Hemos permitido que el país se haya deteriorado de manera acelerada, inexplicable e inexcusable. Venezuela, con sus envidiables e inmensos recursos debería estar ocupando un puesto de liderazgo político, social y económico en este continente; en lugar de esto hemos descendido a los últimos puestos, con los peores indicadores de desempeño de la región y del mundo. Queda al descubierto la imperdonable mediocridad, con la cual se han dilapidado los mas altos ingresos de nuestra historia.

Para enderezar este descomunal entuerto es necesario hacer cambios profundos y con una visión de largo plazo. Sino analizamos en profundidad, con la participación y el compromiso de toda la sociedad, no saldremos de esta trampa. Me voy a referir a tres temas, que considero importantes tomar en cuenta, en este proceso de retroceso en el cual hemos venido transitando y que pueden ser marco para cualquier plan país. .

Primero: el absurdo, continuo e inútil esfuerzo por fundar y refundar la nación, por cualquier excusa.

En estos tiempos la moda son las estériles discusiones de la Cuarta o Quinta República. De lo cual por cierto, no he conseguido cual es el hito marcador de esta supuesta transacción. Si acaso es una nueva Constitución entonces esta historia sería mas versionada que la serie Rocky y andaríamos entonces por la veinte seisavas república. Desde 1811 hasta 1999, la nación ha tenido 26 cartas magnas. Ya hay quienes hablan de la necesidad de crear la sexta ¿Estaremos persiguiendo algún record guiness con este infructuoso y disparatado afán? Seamos serios y sensatos de una vez por todas y vayamos a a raíz de nuestras carencias y pongamos el enfoque en un civismo de alto nivel y de larga duración. La Patria existe, desde que Simón Bolívar conquistó la Libertad, y punto; con sus carencias y con una serie de atributos labrados en el transitar de dos siglos. Es bueno que nos estudiemos y nos conozcamos, pero se debe andar con los pies sobre la tierra.

Esta improvisada cambiadera de constituciones y parafraseando aquella famosa sentencia de Francisco de Miranda; podemos decir que esto es Puro Bochinche. Se evidencia una inmensa inmadurez e inestabilidad nacional.

Existen principios universales de derecho, en los cuales se abarcan los derechos humanos como rectores de cualquier sociedad civilizada. En eso se debería basar cualquier carta magna. Una de nuestras claras debilidades es la visión de corto plazo, pues jamás se puede construir un país bajo estas severas limitaciones. Las leyes tienen su estructura y están regidas por lineamientos macros constitucionales, sobre estos instrumentos es que se deben realizar los cambios y ajustes que el progreso demande. Se debe cambiar, pero los fundamentos no pueden estar sujetos ni a ideologías ni a las tendencias, ni mucho menos a los antojos del gobernante de turno.

El segundo: el militarismo dominando a la sociedad civil.

Los militares deben entender de una vez por todas que ellos deben estar subordinados al poder civil; su función es velar por que prevalezcan la nación y sus nacionales. Hay roles que no se deben ejercer de manera simultanea; ejemplo ser juez y parte, o ejercer el poder político y militar. La Fuerza Armada con poder político resulta de una desproporción inmensurable. El civismo es la evolución de las ideas, es la convivencia en armonía de múltiples factores: sociales, culturales, económicos y religiosos. El militarismo se centra en la guerra en la victoria y en la derrota. Resulta una calamidad, dirigir una nación como se hace con un cuartel. Es un contrasentido tratar de imponer la paz y el progreso. La paz verdadera y duradera no puede estar fundada sobre las ruinas de un orden anterior. Obligar el orden o imponer las ideas con las armas no es digno de seres humanos.

Sin duda la concepción militarista ha sido un gran problema estructural, desde que obtuvimos la independencia de España, nuestros militares, milicianos y aprendices de estas disciplinas; no han entendido el principio universal de que el país es y debe ser Civil. Después de la guerra independentista, en Venezuela continuaron múltiples guerras fratricidas, dirigidas por caudillos y milicianos improvisados. En nuestra patria se ha derramado mucha sangre. Gómez extinguió el caudillismo, la oligarquía y se desdibujaron las dinastías sociales. Nos hicimos un país de iguales, las diferencias radicaban en los recursos económicos. Sin embargo continuamos sujetos a las ambiciones militares. En los cuarenta años de democracia, nos hicieron creer que el fantasma militar se había terminado y resultó ser una ilusión pasajera. Por otra parte, muchos civiles sentían nostalgia del dominio de la fuerza, añorando el mando de cualquier cachucha. Soñando ingenuamente con falsos y autoritarios mesías, como la panacea a todos nuestros males. Como resultado; los militares volvieron por sus fueros, de la misma manera como lo han hecho a través de la historia: alzándose en armas. Fueron cuarenta años de conspiraciones ocultas, hasta que se presentó una excusa para dar el zarpazo visible, seguramente ocurrieron unos cuantos intentos golpistas y se frustraron antes de nacer. Luego, quienes intentaron alcanzar el poder por la fuerza se disfrazaron de demócratas, sin abandonar sus uniformes ni sus armas. Convirtieron la política en una campo de guerras, cargado de un lenguaje de fantasiosas y ridículas épicas. Aquí los tenemos hoy, pataleando para quedarse como los nuevos amos del valle.

El tercer elemento que nos ha causado inmenso daño es el fanatismo.

Ha regresado la moda de la revolución. Lo malo no es la revolución per se, sino el fanatismo que este genera. No hay nada de malo en ser militar, político, deportista, obrero, estudiante, ama de casa, artista, productor, comerciante, bohemio, religioso o intelectual. Lo malo es querer imponerse en la sociedad y querer volver polvo cósmico a quien piense diferente. Lo malo es no reconocer, apreciar y respetar al otro.

El fanatismo es perversamente dañino, es irracional y visceral. En muy corto tiempo invade mucho espacio, deja profundas heridas y frustraciones. La memoria del fanático es de corta duración, es obtusa, no registra lecciones, hace ruido para no escuchar y repite sin argumentos sólidos. Ante el planteamiento de ideas distintas, el fanático, responde con insultos y agresiones. El fanático no está dispuesto a la auto critica, cuando se desilusiona no evoluciona, sino que experimenta una metamorfosis a otras formas de delirios.

¿Como cambiar?

Si queremos un país distinto debemos reconocer estas tres limitaciones que atentan contra nosotros mismos y contra nuestra querida tierra.

Es preciso comenzar por usar la sensatez y reconocernos los unos a los otros. Es necesario que cada quien haga lo que sabe y debe hacer: Los curas a su iglesia, los militares a sus cuarteles, los estudiantes a formarse, los agricultores al campo, los electricistas, petroleros e industriales a levantar las plantas, los artistas a su arte y cada quien a lo suyo.

La historia de nuestro país, no es la que se ha tratado de reescribir desde hace tres lustros. Estos que hoy se aprovechan del poder: no nacieron hace quince años, ni son extraterrestres; muchos de ellos estudiaron en nuestras instituciones militares y en nuestras universidades públicas (gratuitas por cierto), son unos malagradecidos.

Rescatemos lo mejor del gentilicio venezolano, los modales que nos han distinguido como seres amables, jocosos, sin racismos y tolerantes. Tenemos la oportunidad de salir fortalecidos de esta crisis, de convertirnos en referencia de crecimiento, de progreso y en destino turístico para muchos extranjeros.

Cosme G Rojas D

Agosto 2015

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